El aula y la escuela del siglo XXI ha quedado a deber entorno a la
verdadera posibilidad de dar equidad e inclusión hacia los niños y las niñas
que acuden diariamente a recibir el servicio educativo en nuestro estado y en
nuestro país; ya que dentro de las diversas actividades formativas se obvia la heterogeneidad entre el género, la clase
social, el lugar de procedencia de
nuestros alumnos, las cosmovisiones, la cultura o a las capacidades físicas o
intelectuales de los educandos.
Es decir; resulta prioritario que
se construya un aula o una escuela plural desde las prácticas cotidianas
priorizando que:
a)
Las prácticas en el aula regular sean
equitativas entre niños y niñas evitando la competencia y el predominio de uno sobre otro o impulsar la competencia de cualquier
índole que denigre o estereotipe las capacidades entre uno y otro género, que
favorece a prácticas violentas o discriminatoria entre niños y niñas o viceversa, que contraviene hacia la
confección de un clima de paz escolar.
b)
Los niños o niñas diagnosticados con capacidades
diferentes posean desde su integración a
la educación de nivel básico contar con un diagnóstico clínico profesional y
efectivo que junto con el docente logre verdaderamente la inclusión e
integración al aula regular respaldado por un serio soporte interinstitucional
que favorezca que el alumno(a) con problemas de toda índole reciba de cualquier
institución el apoyo necesario tanto de manera física como de adaptación
curricular para lograr aprendizajes o incluirse verdaderamente en una sociedad
en una etapa futura, pero que desde un inicio ostente todo el apoyo y
canalización efectiva.
c)
Los niños de diferentes culturas o lenguas
procedentes de diversas etnias o grupos indígenas sean respetados íntegramente en
sus cosmovisiones y rasgos culturales, donde el docente tenga la posibilidad
desde una capacitación previa del dominio efectivo e integral de su lengua y
entendimiento de su riqueza cultural y poder desde allí estructurar un efectivo
trabajo áulico e institucional que posibilite el respeto y valoración de su
cultura y tradiciones; pero que también lo impulse a construir las capacidades
necesarias para poder adaptarse a una sociedad cambiante y moderna sin atentar
contra sus raíces o predominando una invasión cultural, donde el docente es
quien debe adaptarse a las necesidades del contexto mas no el contexto a sus
cosmovisiones como hasta hoy predomina en las comunidades indígenas y donde se
ha quedado a deber en la esencia profesional y ética del magisterio.
d)
Los niños con talento o con potencial sean
diagnosticados oportunamente y sean canalizados a programas estatales o
federales que potencien sus capacidades
que permitan mediante apoyos económicos e interinstitucionales para lograr
destacar en los ámbitos artísticos, culturales, científicos o tecnológicos; ya
que a la fecha muchos niños con talentos han quedado en el olvido debido al mal
manejo de las escuelas regulares no logrando consolidar sus sueños de destacar
en algún ámbito de participación o en poderse proyectar inhibidos por su
desventaja económica o por la falta de seguimiento de parte de los programas
estatales o federales enfocados hacia el fomento de las artes, la ciencia o a la tecnología.
En consecuencia; si se busca una
verdadera equidad e inclusión no solo es tarea de los educadores, sino del
diseño de una política pública estatal y federal efectiva que prevea las múltiples
aristas que engloban estos conceptos vitales para poder instrumentar programas,
capacitaciones y destinar el presupuesto
necesario para poder lograr diseñar una nueva escuela que junto con sus actores
requeridos consoliden esfuerzos necesarios para llenar los vacíos que esta
aspiración ha dejado y se logre dar una verdadera equidad e inclusión en la
gran mayoría los contextos escolares.
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