MI EJERCICIO DOCENTE HASTA HOY, SOMETIDO A LA CRÍTICA Y REFLEXION.

La historia que a continuación se narra parte de la convicción que tras ir en búsqueda de otras aspiraciones profesionales que no se llegaron a concretizar y como producto de la inmadurez quizás que la gran mayoría de los jóvenes hemos compartido  ya culminada la educación media superior (preparatoria) sobre la indecisión sobre  qué se quiere ser en la vida; en lo personal se me dio  la oportunidad de empezarme a formar como licenciado en educación primaria (estudiar para maestro como comúnmente se le llama) en una escuela normal.
Formación que desde que inició y ya como última alternativa para conseguir una formación profesional, se tuvo que encarar con ahínco y esfuerzo para desterrar algunos sueños  frustrados o al no  poder aspirar a más, aunado a ello se pudo  ir conceptualizando a la par de la  formación sistemática, una referencia directa al visualizar en el entorno más inmediato cómo mis progenitores en pleno ejercicio profesional en  este mismo nivel efectuaban la preparación de sus jornadas laborales, el rol pedagógico que asumían, el relato de sus vivencias, las frustraciones y aciertos;  así como  la interacción entre colegas, que terminaron por convencerme que el prepararme para maestro había sido sin duda una buena opción.
Por lo tanto tras cuatro años de inolvidable formación en mi escuela normal, transitando por los debates sobre aspectos pedagógicos, la lectura de las diversas teorías del aprendizaje, el ejercicio guiado en prácticas profesionales temporales o  tutoriado después en el servicio social y la defensa final de un trabajo de titulación, me hizo erróneamente pensar que había éste proceso contribuido a todo lo necesario para enfrentarme a cualquier contexto o realidad.
Pero que decepción, cuando al llegar a una realidad ya como maestro de base, donde lo que encuentras en un entorno escolar de verdad y sin andamiaje alguno  exige una mayor responsabilidad, que hace contrastar toda la teoría con la práctica que has acumulado y concluyes que te falta mucho por aprender, además de que aparecen problemas únicos que ni la mejor literatura en la etapa de formación inicial te  ha dicho como resolver como son: lidiar con tutores prepotentes, con alumnos problema, o con actores como los supuestos docentes encargados de apoyo a la docencia (directores y supervisores) que en vez de fungir como tal, solo se limitan a exigir o a criticar.
Desencanto que  en palabras de Francisco Imbernon (2004) sobre  la  inducción o socialización en la cultura profesional del profesorado novel afirma  “la concepción teóricopráctica que se ha formado sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje durante la formación inicial choca, con una realidad práctica y compleja: la vida cotidiana del centro y del aula, en la cual hay que estar tomando decisiones constantemente, pero sin tener unos parámetros de actuación a los cuales acogerse ni una formación que les facilite la reflexión sobre su actuación práctica diaria”
Pero en fin, tras ese trauma que desarticula toda estructura de teórica y equilibrio emocional de empezarte a enrolar en un entorno profesional, te afianzas por igual  de otros estereotipos de diversos elementos que conforman tu primer círculo  de compañeros (aprendizaje vicario), y vas recayendo en la copia de modelos de actuación, de estilos para hablar o de actuar, en fin; una identidad ajena y transcultural,  producto a la  vez de un cúmulo de experiencias fincadas mediante el diálogo informal sobre la percepción de la enseñanza-aprendizaje o del rol del maestro como actor social.
Reflexión superflua que más que auxiliarte a construir  un propio estilo de enseñanza guiado entre la teoría y la práctica reflexiva, inhibe una evolución cualitativa, e ir construyendo y reconstruyendo en la acción-reflexión o en la dialogicidad  un  nuevo modelo de actuación, ni mucho menos en este modo informal de proceder se nos es posible entender los escenarios para actuar o afianzarse de la responsabilidad que trae a cuesta el verdadero compromiso de  formar al material humano que te han encomendado en tu grupo escolar.
Dialogicidad como punto clave de toda intervención tanto para renovar nuestra actuación no solo ante el alumnado sino  entre colegas  que en palabras de Freire (1970) orienta así “por eso el diálogo es una exigencia existencial. Y siendo el encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro, ni convertirse tampoco en un simple cambio de ideas consumadas por sus permutantes”
Inconsciencia procedimental por igual que ya a más de 6 años de ejercicio docente puede ser resumido como bajo las siguientes características o patrones de actuación que denotan una práctica real donde se aprecian los siguientes eventos irreflexivos producto de toda ya una mecanización áulica como puede ser el encarar  un día escolar  como una rutinización que empieza con el tradicional pase de lista, proponiéndose   actividades de las asignaturas con mayor carga horaria como el Español, las Matemáticas, propiciando un desequilibrio o soslayando un poco las otras asignaturas del currículo como la Exploración de la naturaleza y la sociedad, la formación Cívica y Ética o la educación Física y Artística.
Proceso mecánico e instrumental que incide en no permitir además  el cuestionamiento de los alumnos sobre cómo van encontrando respuesta a sus planteamientos personales, o de  echar al olvido  los conocimientos previos o las inquietudes y el trabajo en colectivo, como  algunas de las características que enmarcan la práctica escolar que a lo largo de varios ciclos se encaró de esta forma contribuyendo más que a una formación a una simulación.
Proceso que tras visualizar esos indicadores cualitativos de actuación, refleja puntos más débiles que fuertes;  entre los débiles  están el de dejarse arrastrar inconscientemente por el contexto institucional, el de no efectuar un análisis en colectivo de nuestro quehacer, así como desvincular la práctica docente a su función proactiva y como catapulta de superación social de los educandos que se han formado con anterioridad a esta mirada retrospectiva de nuestro ejercicio profesional  (Max Van Manen), producto de esta inconsciencia que ha permitido también  en dejar en el olvido la función de un profesor que en entornos rurales y semirurales como en los que me he desempeñado hasta hoy, entorno en el que demanda incuestionablemente una mayor significación, un mayor  compromiso o una inquebrantable vocación.
Coincidentemente hablar de las fortalezas que pueden enunciarse de esta corta experiencia docente  están: el de conceptualizar a la práctica como una función transformadora y transformante a la vez de alumnos y maestros que requiere de los segundos en particular una constante actualización profesional, entender la  necesidad de trabajar en colegiado y de la inaplazable verdadera introspección que haga mediante la reflexión a un ente en perpetua transformación, porque la práctica educativa debe ser única, formativa en toda la extensión de la palabra, sistemática y capaz de ser explicada, más que instrumental o influenciada como en ocasiones se hace hoy.
Rutinización en que caemos y que hoy tras someterla a la crítica personal,  me hace imponerme por igual la necesidad de buscar entre mi formación inicial de profesor en la escuela normal, las deficiencias quizás que han permitido ser en ocasiones este ente irreflexivo, o  un pasivo actor opacado quizás  por el entorno o por la misma cotidianidad;  que en más de alguna ocasión en el proceso de formación y  en diversas críticas a los maestros en servicio que observé,  propuse elevar de manera personal a un rango la aspiración de ser por todas las vías un auténtico formador con  calidad.
            Pero hoy tras este despertar, me  permite concluir que  con el paso del tiempo en el ejercicio profesional más que optar por una dinámica y innovadora práctica educativa, y hoy tras  seis años de distancia de empezar a confeccionar mi carrera como actor protagónico de este desafiante ejercicio profesional, pareciera  ser víctima  aun de la idea errónea que la teoría y práctica no pueden llegarse a complementar y en ocasiones permitirme refugiarme  en la improvisación o en la simulación como vicio de tantos otros elementos,  que pareciera que estamos aletargados ante la dinámica y la urgente necesidad de cambio que nos que exige periódicamente renovar toda actuación profesional, es decir evitar a toda costa el  caer en un reciclaje profesional.
Del mismo modo tratando de cumplir aun mejor con el propósito  fundamental de esta actividad académica y yendo más allá,  cómo lo es el de efectuar una análisis personal de lo que ha sido mi actuación profesional, las características que la han  matizado y en base a él partir hacia una renovación de carácter aun más profesional, he de permitirme retomando  mis propias vivencias personales y además mi perfil de egreso de la escuela normal como parámetro cualitativo acerca de lo que me falta por  conocer y lo que en la práctica ha representado estas deficiencias que hoy en día se confeccionan,   que  en puerta además de una mejor profesionalización, son sin duda un marco de referencia para ir día a día renovando el compromiso para verdaderamente entender mi práctica  y   conseguir mejores resultados educativos.
Ya que estoy convencido por igual que para lograr una verdadera reflexión, es necesario transitar de una autoexploración valoral entre lo que ha implicado hasta hoy mi profesión, que trastoca no solo el ámbito profesional en sí,  si no que nuclea un sinfín de aspectos de la personalidad como son el plano  institucional, el social y el didáctico pedagógico,  y entender  de manera más que contemplativa,  a  una más  pragmática en miras a una verdadera renovación.
Por consiguiente,  hablar de mi estilo de enseñanza es retomar también  mi concepción personal de lo que es la enseñanza, misma que según mi punto de vista es definida como una oportunidad para la confección inicial de los  sujetos que a futuro sean quienes  puedan  contribuir no solo a su desarrollo personal, sino social o porqué  no como a uno profesional de cualquier rama del conocimiento permeado por  toda libertad plena y una entera satisfacción.
Por  ello entender a la reflexión como la guía para dictaminar lo que se ha hecho y lo que falta por hacer, es importante,  si bien  señalar que somos elementos que hemos notado las vertiginosas transformaciones de la práctica docente y de los diversas aptitudes profesionales a escasos años de haber entrado a un entorno laboral se exige, y  en donde  se requieren para estar acorde a las necesidades particulares de enseñanza, procurar la consumación de una cultura sólida en cuanto al dominio del currículo y de las demás aptitudes profesionales que permitan siempre ofrecer una enseñanza un poco distinta a las demás es algo de suma relevancia, y que entre las características que han distinguido por igual las prácticas en aula están el  de empezar  dar protagonismo al educando en su aprendizaje o el de permitir que se logren consumar bases autónomas para el dominio de la lectura, la escritura o la solución de problemas como puntos muy medulares de toda la curricula, pero que pese a eso existen aun una serie de cuestiones por superar y lograr mejorar aún más.
Es decir teniendo hoy  como imperante necesidad el de permitir que los alumnos logren elevar sus aprendizajes cualitativos a otro rango de  aceptación, contribuyendo a forjar mejores bases sólidas en concordancia al enfoque por competencias que exigen los nuevos planes y programas de la enseñanza básica primaria resulta que toda práctica educativa termine por ser de calidad y garantice sus alcances sólidos en nuestros alumnos que los haga integralmente capaces de aprender a aprender o actuar con autonomía y propiedad.
De ahí que al remontarse a una introspección personal, resulta de suma trascendencia   recalcar  que en esta  corta vida profesional ha causado un notorio impacto mis ideas personales de cómo se ha entendido el aprendizaje, la labor docente y mi propia formación,  en tal grado que un principio cuando me tocó estar  en ejercicio en un  entorno semi rural y recién egresado de la licenciatura en educación primaria, me di cuenta que gran parte de la literatura que  se leyó en las aulas de la escuela de formación, no garantizaba un efectivo desenvolvimiento ante una diversidad de aprendizajes o frente a diversos obstáculos cognitivos que presentan los discentes que por muy  acertados que parezcan  dichos aportes son insuficientes para entender la realidad y que limitan el proceso de actuación y el rendimiento escolar.
En concordancia a toda etapa transitoria de da lugar el cambio de adscripción,  hoy en día encontrándome en un medio netamente rural y ejerciendo la docencia en grupos multigrados es aun más dificultoso realizar la labor, situación adversa en la cual demanda por consecuencias un domino excelso de toda las aptitudes profesionales,  para ver a la docencia ya no como un simple y vano ejercicio instrumental, sino que lo que es urgente saber que debemos enfrentarnos cada día en el aula con una rigurosidad que no solo de fe de nuestra formación inicial que si bien al sopesarla como se ha dicho careció  de muchos elementos, pero hoy con la posibilidad de volverse a reestructurar ese enfoque vinculando teoría- práctica y mediado por la reflexión permitirme  ver a la enseñanza y nuestra actitud de cambio como una  posible oportunidad para  consumar una verdadera renovación que contribuya a enaltecer nuestra vocación y nuestra retribución más que salarial a una de mayor aceptación social.
Ya que si en verdad queremos cambiar a un estilo de interacción cualitativa entre lo que se practica o se ofrece hoy,  no solo debemos cambiar nosotros mismos, sino elevar a rango  institucional (colectivo docentes) una serie de metas de trabajo en común que hagan del proceso formador una oportunidad para la continuidad y la construcción de puentes de diálogo entre la plantilla docente y la congruencia entre las aspiraciones como plantel o las metas a alcanzar, ya que de manera aislada sin el respaldo de muchos agentes de carácter  retroalimentador, dígase padres de  familia, sociedad y compañeros de profesión no será posible también que el cambio se consume,  ya que primeramente en una célula como lo es una institución debería permitirse todo cambio inicial  para llegar a una generalización en el modo cualitativo de actuar.
Finalmente reflexionar acerca de nuestro papel actual es no solo conocer que si bien hemos sido en muchas ocasiones personas seudoprofesionales en lo que hacemos por albergarnos en la comodidad de la instrumentalización de la enseñanza, ha llegado la hora de entender que la urgente  necesidad de cambio ya no se puede aplazar y empezar desde nosotros mismos por preocuparnos que existen problemas en nuestro modo cotidiano de actuar, ya que solo concientizándonos primeramente que se adolece de muchas herramientas cognitivas para ofrecer una enseñanza de mayor calidad es el primer indicador de cambio para buscar una actualización o renovarse pedagógicamente en función de una enseñanza de calidad.
            En consecuencia hoy en mi caso se está en una gran oportunidad de superar esas flaquezas que hasta hoy han permitido ofrecer poco de lo mucho que podemos ofertar en este ejercicio  profesional, que debería hacernos sentir más orgullosos de ser los que construimos el cambio en las mentes que nos tocan formar, ya que si dejamos en el olvido el compromiso y sobre todo la actitud desperdiciaríamos mucho potencial, de ahí que lo urgente o  necesario es optar por una adecuada profesionalización que coadyuve a ser de esta profesión un mejor concepto del nuevo profesor que más que banalizar su ejercicio profesional y poseer las características de un ejercicio  fincado en la investigación, en el diálogo y en la integralidad.
Porque si bien una educación de calidad deberá garantizar un buen nivel de aprendizaje, su eficiencia, su relevancia y su pertinencia así como ofrecerse con equidad, éstos indicadores podrían permitirnos evaluar lo que hacemos hoy y visualizar que estamos muy alejados aun  entre una educación de verdadera calidad y aun más de estar acorde a una contextualización.